La Isla de la Laurisilva
[dropcap]E[/dropcap]l Parque Nacional de Garajonay acoge en sus límites la mejor representación del bosque de laurisilva que existe en el Archipiélago, habiendo sido declarado el año 1986, Patrimonio de la Naturaleza por la Unesco, por la originalidad de su vegetación, que es un autentico fósil viviente, ocupando la zona central de la Isla con una altitud mínima de 650 metros y máxima de 1.487, en el pico Garajonay, con ligeras ondulaciones y suaves pendientes, en una meseta que se acentúan en las cabeceras de los barrancos, todo ello producido por la cubierta boscosa que ha creado una potente capa de suelo vegetal, bajo la que se encuentra una sucesión de basaltos y otras rocas y organismos.
El bosque que ocupa el centro de La Gomera, supone el 11% de la Isla y sus características geográficas permite asegurar el agua a sus habitantes. además de permitir conocer paisajes prodigiosos gracias a un bosque de enorme belleza.
En el encuentro de esta vegetación con el relieve se produce una lluvia, o mejor dicho ligeras lloviznas, que se denomina, lluvia horizontal donde es precisamente el lugar donde vive la laurisilva.
Estamos ante una reliquia del Terciario y que es una original y bella muestra de los bosques que ocupaban las márgenes del Mar Mediterráneo hace varios millones de años.
Una amplia red de senderos permiten conocer al detalle todo el Parque de Garajonay, y llegar a entusiasmar al senderista permitiendo conocer de forma pausada esta especial reliquia vegetal.
El amante de la naturaleza puede llegar a acampar en diferenetes lugares perfectamente localizados, como es el caso de la Laguna Grande, y donde la admiración del bosque de la laurisilva tiene espectaculares muestras, especialmente cuando suaves nubes acarician este frondoso bosque.
Son dignas de destacar las especies animales como los arácnidos, insectos y artrópodos y aves como el gabilán y la gallinuela, la paloma turqué auténticos, endemismos canarios que han evolucionado al bosque de la laurisilva, que suponen autenticas joyas vivientes.
Es palpable la generosidad de la madre naturaleza con esta Isla mágica, llena de encantos que surgen desde el principio de los tiempos, que atrapan al visitante desde el primer instante.
A partir de este momento la tranquilidad y el sosiego será lo que prevalezca mientras el caminante disfruta de sus tesoros ecológicos, costumbres, cocina tradicional o de los vestigios de una historia ligada al continente americano y que es muestra de naturaleza única con una personalidad especial.