La Machangita, o el bagaje identitiario del autor
[dropcap]Y[/dropcap]a había leído la novela ”¿ …qué Machanguita?” que Víctor Ramírez editó en 1910, a la que siguió “Vosotros los perrarios”. Ahora ha reeditado el primero, con el nombre, “Por Magnolia, la Machanguita” . Realizó esta vez su presentación en el Club La Provincia, que ha sido el habitual foro para exponer sus obras. Estuvo acompañado en esta ocasión por Rafael Franquelo, colega, amigo y colaborador suyo, y Luis Rivero, abogado y escritor.
En el acto, Víctor intercaló algunas de sus Rancheras, con acompañamiento de guitarra. Son canciones-denuncia, en las que figuran unas letras impresionantes y desgarradoras que refieren abusos e injusticias de ciertos individuos o instituciones que parecen nacidas para hacer el mal y expandirlo. Víctor expresa su preocupación por los problemas sociales, por las ansias de que haya equidad, sin esas desigualdades que nos diferencian de forma desorbitada, insultante y cruel.
El autor se sumerge en ocasiones en una utopía que supone que quizás se puede alcanzar, si todos nos embarcamos en esa misma tarea, sin excepciones. De esa forma, se contribuiría a elevar nuestro grado de evolución que contribuiría a mejorar, al mismo tiempo, la raza humana.
Aparece en los relatos de Víctor ese lenguaje sencillo y llano del pueblo, con palabras que forman parte de nuestro vocabulario y patrimonio más arcaico y que se quiere desterrar debido a las nuevas tecnologías del lenguaje y la comunicación, a la introducción de neologismos y barbarismos que corroen nuestra lengua, nuestro léxico y hasta nuestro deje.
En el Club Prensa Canaria nos sorprende este Víctor Ramírez auténtico, espontáneo, que dice lo que piensa y que no se esconde para hacerlo. Utiliza un lenguaje sin recovecos, claro, que todo del mundo entiende, incluso aquellos que no quieren entender. Pregonan que existen en esta tierra escritores que parece que se arriman al poder o se arredran porque no son capaces de lanzar al viento determinadas situaciones que rayan la opresión, tanto social y cultural como real y que es necesario reivindicar.. Son los vendepatrias que agachan la cabeza, cobardemente, sumisos, como si no tuvieran dignidad.
Esbozo un poco la historia que encontramos en este libro. Son las vicisitudes de una mujer, Magnolia de la Concepción Abrante Colina, a la que apodaban Machanguita, contadas por “un borracho perenne irremediable”. Una persona que “nunca había mirado hacia arriba ni al frente”, nacida en una zona marginal de la sociedad, al lado del barranco, que ha tenido una niñez y una .juventud dura, empeorada por el hecho de que un tío abuelo suyo, Gaspar, la hace madre, ( también se trajinaba a la madre de la chica, el viejo sátiro) . El padre de Magnolia murió represaliado, como muchos trabajadores canarios de la época franquista, arrojado a la Marfea. Nunca más apareció. Los lugares preferidos por los asesinos era esa zona costera, o la Sima de Jinámar y profundos pozos de la isla.
Magnolia tiene enviar a su hijo a un hospicio. Desgraciadamente, el niño muere y su madre se vuelve loca, por lo que tienen que encerrarla en un manicomio, donde permaneció dos años. Luego deambula por la ciudad, por todos los barrios e iglesias.”Esmirriada, rengosa plena, arrastrando los zapatones con la manita extendida y medio engurruñada, enguantada de negro”, como la describe el autor de este hecho que puede ser real como la vida misma. Víctor Ramírez, el propio autor, es mencionado varias veces en la narración. Curiosos personajes discurren en esta hisoria, como Alejo el Pendejo, El Cloaca, el loquero Anselmo Guzmán, un falangista al que le ofrecen ese trabajo, y que juzgan después por aprovecharse sexualmente de algunas de las insanas de aquella institución que estaban a su cuidado… A lo largo del relato surge una retahila de nombretes, muy típicos de la sociedad canaria, que luego va heredando la descendencia del apodado. Eso ocurre en mi pueblo, Fontanales, donde a mucha gente se la conoce por el mote, no por su nombre.
Empecé a conocer al docente y escritor Víctor Ramírez hace tiempo, cuando, junto a Rafael Franquelo, editó en 1976 el libro “Literatura canaria”. Se trata de una antología de textos en los que resaltan a aquellos autores que se identifican con la realidad canaria, sin que sea menoscabo para que no le den una dimensión universal y no se quede en una ramplonería pueblerina, sin ningún tipo de horizontes..
Víctor publicó por primera vez “Machanguita” en 2010, pero su trayectoria literaria es muy variada y productiva. Es un dinámico miembro de la Academia de la Lengua Canaria, autor de numerosos artículos, cuentos, novelas y una serie de obras realizadas en colaboración con Franquelo o con Ángel Sánchez. Entre sus novelas figuran: “Lo más hermoso de mi vida”, “Nos dejaron el muerto”, “De aquella zafra”, “Siete sitios queda lejos”, “El arrorró del cabrero”, “Vosotros los perrarios”, etc. Su obra “Nos dejaron el muerto” fue llevada al cine por Juan Carlos Falcón, con el nombre de “La Caja”, obteniendo un notable éxito.
Antonio G. González, que prologó la primera edición de Machanguita, señala: “Debo admitir que me embarga cierta emoción, cómo no, cuando puedo volver a disfrutar de un hecho de estas características referenciado a mi realidad más inmediata, la canaria; pues uno tiene la sensación de que Víctor Ramírez logra así, como lo han hecho también algunos pocos autores, regalar a las Islas un mayor bagaje identitario. Sin politizar este hecho, pues echaría abajo el edificio de la pluralidad canaria, nadie está en condiciones de negar que la producción cultural de altura es un elemento importantísimo en una sociedad tan desmemoriada y tan falta de referentes, por su tendencia al olvido, como ésta en la que vivimos la mayoría de nuestros paisanos”…
“Cuando esta aparición de un nuevo lenguaje acaece, lo cual es bien difícil, surge esa gran literatura, algo que nos identifica sin duda alguna”.
No me queda más que corroborar ese valor identitario y certero de nuestro autor, que a veces confundo con la personalidad de otro genio de la literatura, o sea, García Márquez, aunque cada cual actúa en su contexto.
José M. Balbuena Castellano