Una embajada de Japón en Andalucía
[dropcap]A[/dropcap]unque pueda parecer mentira, y al menos extraño, en el año 1614, una embajada nipona, llegó a Sevilla, como delegación diplomática, encabezada por el samurai, Hasekura Tsunenaga, con fines comerciales y religiosos a quien acompañaba el franciscano sevillano, Fr. Luis Sotelo.
El nombre que portaba esta comitiva era el de “Embajada Keicho” y había partido desde Sendai (Japón), en el mes de octubre de 1613 y arribar al actual Puerto de Santa María en la fecha indicada.
El motivo del viaje era llegar a Roma – sus miembros eran fervientes cristianos – para visitar al Papa Paulo V.
Se trata pues de uno de los primeros ejemplos perfectamente organizados como turismo religioso, aunque también interviniesen en el mismo aspectos comerciales que quizás fueron los que hicieron viable este original y especial viaje.
Largo recorrido
Naturalmente, este viaje de matiz religioso no era fácil y más en los comienzos del siglo XVII. La delegación diplomática esta presidida por el samurai Hasekura Rokuemon Tsunenaga (1571-1622), que estaba al servicio de Date Masamune, señor feudal de la región de Sendai.
Este veterano guerrero se bautizó en Madrid con el nombre de Felipe Francisco y vivió a su llegada a Roma en el Monasterio de Loreto, junto a otros japoneses que formaban parte de esta comitiva y tras la estancia en dicho lugar regresó a Japón en el año 1620.
Debe tenerse en cuenta que el viaje desde Japón partió desde el país nipón en octubre de 1613, cruzando el Océano Pacífico, para llegar a México y, tras atravesar este país, navegar por el Océano Atlántico y llegar a su destino sevillano. Toda una aventura, que continuo hasta Madrid para alcanzar posteriormente Roma.
Retraso para volver a Japón
Todo este periplo podrá catalogarse de un viaje donde se mezclaban el comercio y la religiosidad de un grupo de creyentes.
Pero lo original de este curioso viaje es que, a la vuelta de los viajeros de Roma, de visitar al Papa, en la primavera de 1616, están de vuelta en Sevilla, con la idea de regresar hacia Japón por el mismo camino recorrido anteriormente.
Entonces quedan prendados de estas tierras, su clima y su belleza, y deciden postergar el viaje hasta Japón para más adelante, algo lógico tras el ajetreo viajero que habían soportado, y conociendo lugares como Espartinas y Coria del Río, con una natural belleza y aceptación por los habitantes de tales lugares.
De esta forma y dado que conocía la delegación a Luis Sotelo, religioso franciscano hermano de D. Diego Caballero de Cabrera, dueño de la Hacienda de Mexina, que ya había viajado por Filipinas y Japón, deciden alojarse en esta hacienda, donde ya había recalado cuando habían llegado desde Japón en su viaje hacia Roma, unos meses antes.
De esta forma los viajeros utilizan tanto la Hacienda Mexina como el cercano Monasterio de Loreto para su estancia en Andalucía, dado que. sin ser un grupo muy numerosos, formaban parte de una amplia delegación. Mientras tanto y ante el origen de este viaje que se apoya en la creación de la Em bajada Keicho, desde la Corte nipona se solicita el regreso de la delegación – algunos habían muerto y otros no estaban en las mejores condiciones de realizar un viaje desde Sevilla hasta Japón en condiciones normales – cuestión que se trata de resolver durante cerca de un año (entre junio de 1616 y julio de 1617) – pero que es retrasada constantemente, seguramente por el buen trato que los viajeros japoneses tuvieron y por la maravillosa vida que disfrutaban.
De Espartinas a Coria del Río
Así las cosas las localidades de Espartinas y Coria el Río serán lugares de estancia de los miembros de esta delegación, disfrutando de tan excelentes destinos.
Ambas localidades muestran al viajero de estos días, restos, muestra y ejemplos de la estancia de la Embajada Keicho en sus calles y espacios naturales cercanos.
Hasta en el Ayuntamiento de Coria del Río puede verse la bandera de Japón permanentemente unida a la de la ciudad, lo que habla de la hermandad de los viajeros japoneses con los habitantes de estos lugares.
Pueden apreciarse monumentos a los componentes de la Embajadas, exposiciones de artesanía nipona y una larga lista de atractivos que hacen de la visita a estas dos localidades una original decisión pudiendo admirar un hecho tan especial como que en los comienzos del siglo XVII, viajeros nipones dejaran su impronta en ambas localidades.
Asomarse al río Guadalquivir en Coria del Río y contemplar el lugar donde la Embajada amarró y recorrer hasta Sevilla sus aguas no es sino un encuentro con la historia.
Allí existía una denominada “vereda de la Carne” – entre ambos municipios – que se amparaba en l ordenamiento dado en el año 1273 por el Rey Alfonso el Sabio.
Y es que la Embajada que tratada de forma especial y hasta la ciudad de Sevilla, puso medios y dinero para la estancia de la delegación en estas tierras ejerciendo de anfitrión el Duque de Medina Sidonia.
Visitar todos estos espacios que recuerdan la estancia de la Embajada Keicho es toda una experiencia, especialmente de la mano de dos lugares muy destacados, como son, el Monasterio de Loreto y la Hacienda de Mexina, en Espartinas.
También recorrer Coria del Río y sus alrededores, donde están presentes recuerdos de la estancia de unos viajeros que llegaron de tan lejanos lugares y disfrutaron de tan bellos y agradables pueblos.