Dios se ha vuelto ateo
Es evidente que los que no somos creyentes merecemos un respeto en torno a todo lo que rodea al apartado religioso. De la misma forma lo merecen los que son creyentes.
En todo caso hay un pequeño detalle – por cierto, un derecho fundamental que se contempla en la Constitución – por el que España se considera un Estado aconfesional, o lo que es lo mismo, que ninguna religión o creencia tiene derecho especial para intervenir en la vida de los españoles.
Pretende el aludido ministro ignorante y sectario, que se incumpla este artículo de la Constitución y el muy cínico intenta – mediante una ley que es digna de las que «su excrecencia» imponía en los años de la posguerra – que los niños españoles se eduquen mediante una libelo llamado Catecismo, que ensalza, y demuestra que la única religión verdadera es la católica.
Afortunadamente este impresentable ministro durará poco y no terminará el año haciendo la colección de barbaridades, que se extienden, desde esta apología de una creencia religiosa que quiere imponer en la educación de los niños españoles a que, cuando crezcan no puedan estudiar en la universidad por las tasas millonarias que ha impuesto y que están pensadas para que sólo sus creyentes puedan acceder a la universidad.
Y esta es una de las razones para que dios se vuelva ateo, porque si a esto se une toda una tropa de inquisidores, corruptos, estafadores, empresarios que explotan a los trabajadores y, hasta algunos sacerdotes pederastas y especialistas en prácticas aberrantes, por todo ello, es seguro que aunque uno sea agnóstico, lo que no es tonto, y con semejante colección de seguidores – que practican permanentemente los golpes de pecho mientras maltratan a sus semejantes y que piensan que se les perdonan sus pecados – es muy difícil ser creyente.
Definitivamente y con este panorama, ese dios que nos quieren imponer, se tiene que volver ateo.