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Turismo de borrachera y reducida movilidad

Un próximo anuncio de que España va a tener 80 millones de turistas al acabar el presente año es, más que una alegría para el sector, una señal roja de peligro no solamente para la actividad turística sino para todo el país.

Y es que los que buscan el enriquecimiento rápido sólo piensan en la cantidad y no en la calidad de los servicios y de  la imagen de esta industria, que supone el 12% del PIB de nuestro país.

Mientras tanto los peligros para esta actividad turísticas aumentan día a día, sin valorar lo que supone para toda la población española el incremento de una actividad que plantea nuevos y graves problemas.

Independientemente de que la descentralización del Estado español ha supuesto que existan 17 leyes de turismo diferentes – lo que es una auténtica barbaridad incomprensible para muchos – los retos para esta industria son únicos y se derivan de una masificación que ha llegado en los últimos años ha conseguir que en muchas ciudades españolas y zonas turísticas, alrededor de la oferta de sol y playa, no sea posible ofrecer calidad  ni una imagen adecuada de servicios y soluciones para los viajeros que llegan a nuestro país.

El abuso de muchos negocios en los precios es algo más que imaginable y los viajeros españoles lo conocen bien, aunque los extranjeros no lo valoren, ya que en muchos países están por encima de los de nuestro país y de esa forma son fácilmente aceptados.

La crisis que se ha padecido en España durante los últimos 10 años ha hecho que la capacidad de gasto de los viajeros españoles haya caído de forma muy importante y cada vez más, el turista nacional, tiene menos fechas de vacaciones y además consume menos, buscando el ahorro en todos sus movimientos viajeros.

Las ciudades objeto de esa masificación, no obtienen los beneficios derivados del turismo que siempre se conseguían, y en cambio la generación de servicios para los muchos visitantes han supuesto que deban gastar más en el mantenimiento de los servicios.

Así ciudades como Barcelona – que ha llegado a crear una tasa para los turistas que pernoctan en la ciudad – se ha visto desbordada por la necesidad de pensar en nuevas tasas al turismo y el freno a la creación de nuevos hoteles y negocios de varios tipos.

Tanto en la Ciudad Condal, como en Madrid,y por supuesto en muchas zonas turísticas, las aceras de las  ciudades se ven invadidas por terrazas que – aunque paguen un espacio determinado ocupan uno mayor – molestan a los ciudadanos que ven cómo una masa turística invade espacios que siempre fueron de dominio de la población habitual.

Madrid – y otras ciudades españolas – han llegado a entender que el uso de la bicicleta es algo que resuelve en parte la movilidad en la capital, lo que ha supuesto un intento – no conseguido – de aumento de este medio de transporte que ocupa aceras y todo lo que le sirve para su funcionamiento haciendo muy difícil un paseo para quienes pagan los servicios públicos disminuyendo su derecho a una cómoda movilidad.

En suma, la actividad turística, que muestra un crecimiento desorbitado, no es la mejor fórmula para una feliz vida de los españoles, sino un peligro para una mejor calidad de vida, lo que debería hacer pensar a quienes gestionan esta industria de interés económico, que no sólo se trata de ganar dinero, sino de disfrutar de la vida en las ciudades y en el campo, sin padecer una masificación que además de riqueza económica puede ser – de hecho lo está siendo – un freno al bienestar de los ciudadanos de este país. 

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