Ochenta años y un día de sombras fascistas
Se acaban de cumplir ochenta años del día en que un militar golpista perjuro – había jurado lealtad a la II República – se levantó en armas, seguido de un grupo de ambiciosos militares y de una manada de falangistas fascistas, consiguiendo que un millón de españoles perdieran la vida, en un enfrentamiento fratricida, bendecido de manera total por una Iglesia Católica, dio lugar a una solución rancia de un nacionalcatolicismo, que se alió con monstruos como un militar que llegó a decir en una Universidad – la de Salamanca – «¡ Viva la muerte !», a lo que un sabio intelectual le respondió, «Podréis vencer pero no convenceréis».
Podría pensarse que estos ochenta años son ya historia, pero nada más lejos de la realidad. Todavía la sombra de semejante genocidio, vive en esta España, donde aún existen muchos más fascistas de los que se pueda imaginar la mayoría del pueblo español. Lo son de mentalidad, no de hechos violento, pero fascistas finalmente. Y pasarían a los hechos si una débil democracia se lo permitiese, porque no se ha hecho justicia contra multitud de genocidas que imitaron al maestro que los puso en marcha hace ahora ochenta años y un día. Se habrán dulcificado sus argumentos, disfrazadas sus intenciones y escondido sus mecanismos fascistas, pero siguen estando dispuestos a lo que haga falta, se se les deja actuar, con tal de volver a las andadas. Muchos torturadores de ese fascismo andan suelto por las calles de ciudades y pueblos españoles e incluso a algunos se les han rendido honores y concedido medallas.
Mientras tanto cientos de miles de restos de fusilados siguen sin identificar, pese a una Ley de Memoria Histórica que esos seguidores fascistas intentan par a toda costa. Los que así actúan, no son sino seguidores del genocida que puso en marcha un golpe de Estado contra una República legalmente constituida, y solamente el apoyo económico, ideológico y asesino de personajes bien conocidos y países de dudosa vergüenza política hizo posible que los fascistas se impusieran a la República.
Cuando se han cumplido los ochenta años del golpe fascista – los primeros cuarenta totalitarios y lo que ha seguido hábilmente manipulado – un ciudadano que se atrevió en Madrid, en esta triste conmemoración, a llamar al dictador por su nombre – ASESINO – fue machacado a golpes por una horda de seguidores del genocida. Es una clara demostración de que la sombra de esos ochenta años de fascismo no se ha borrado y muchos, mas de los que parece, siguen dispuestos a que, aunque sea a nivel ideológico y no por la violencia que no pueden ejercer, se pondrían al frente de una tropa de asesinos dispuestos a repetir aquella orgía de dolor que padecieron un millón de familias que produjo un genocida que tiene nombre y apellidos.