Este año se cumple el centenario del nacimiento de OLGA RAMOS, insigne violinista que, prendada del cuplé, le dio al bello y original género una nueva dimensión.
Considero de “obligado cumplimiento”, evocar a tan grande artista que se ganó, la admiración y cariño del público. Su hija, Olga Maria Ramos “La Ramos”, cuenta a nuestros lectores con un indisimulado orgullo lo que fue su madre a nivel familiar, artístico y sobre todo como cantante.
Ella sigue los pasos de su madre y continúa actuando en toda España y diferentes países – últimamente en México, siguiendo los pasos que su madre dio en este país – demostrando que su herencia musical sigue en pié y el recuerdo de tan portentosa y acariciadora voz está presente en sus numerosas actuaciones manteniendo lo que es el cuplé.
Llega Olga Maria a dar, además de numerosos conciertos, conferencias cantadas, lo que supone una magnífica y bien reconocida pedagogía de los que ha sido en España este incomparable arte, donde la voz y la música demuestran humor, picaresca y doble sentido.
En tributo a su memoria, sepamos algunos datos de su vida que comenzaba en Badajoz aquel ya lejano 20 de julio de 1918.
Mi bisabuelo Joaquín Sanguino, nacido en la localidad portuguesa de Elvas, cantaba fados maravillosamente. De su unión con Emilia Gutiérrez vino al mundo mi abuela María
Los tabúes de aquel principio del siglo XX la impidieron ser artista; bueno, ser artista no lo impidieron porque lo fue desde que nació. Con apenas 18 años (ya estamos en 1906) se casó con Francisco Ramos, un guapísimo y severo militar.
Tuvieron ocho hijos pero únicamente sobrevivieron Elia, Olga, Emilia y Beatriz.
Olga enseguida destacó y tuvo claro aquello de “Mamá quiero ser artista…”
Para desanimarla mi abuelo le dijo que si quería ser artista estudiara un instrumento, entonces mi madre tenía 7 años
Un día llamaron a la puerta y mis abuelos se quedaron de piedra cuando vieron a la pequeña Olga de la mano de un caballero que resultó ser un profesor del conservatorio. Un año más tarde ya estudiaba música en la capital Pacense con Don Joaquín Macedo
Cumplidos los 11 años, la familia se traslada a Madrid donde continúa sus estudios en el Real Conservatorio de Música teniendo como profesores a dos virtuosos: Don Antonio Fernández Bordas, a su vez alumno de Pablo Sarasate y Don Enrique Iniesta.
Con 18 años Olga es una mujer bellísima
Una vez terminada su carrera de violín en la que obtuvo Primer premio de Música de Cámara, Olga Ramos empezó a trabajar convirtiéndose en figura imprescindible. Recorrió toda España, quizás por eso, el maestro de periodistas Emilio Romero la denominó “la peregrina de los viejos cafés con música”.
Pero no le iba a ser fácil, cuando empezaba a despuntar, siempre ocurría algo que la apartaba del camino de la fama. Pero Olga, una y otra vez, resurgía de sus cenizas como el Ave Fénix. Basten algunos ejemplos para demostrar lo que afirmo.
Olga Ramos actriz y cupletista
En 1.939, intervino en la película “Leyenda rota” de Carlos Fernández Cuenca junto a Juan de Orduña y Maruchi Fresno, la cual desapareció al quemarse en los estudios Roptence donde se rodó. En los 70’ protagonizó en México la película “Pum” basada en la vida de la tiple de opereta Esperanza Iris, que estuvo retirada muchos años de la cartelera. Todos los discos grabados por Olga que ya estaban en formato de CD y se vendían estupendamente, fueron descatalogados al ser la discográfica absorbida por una multinacional.
El libro “El penúltimo cuplé” de Antonio D. Olano y publicado en el 96, nunca se pudo presentar y ahora está descatalogado.
El primer contrato importante (al principio de los 40’) la llevó a la mejor Sala de Tánger, la “Emsala Garden”, pero tuvo que regresar cuando cosechaba un enorme triunfo, al contraer Olga la fiebre de Kala Azar, una extraña enfermedad que no se pudo diagnosticar hasta un año después. Aquello le impidió viajar con su orquesta de señoritas a Brasil.
En los 50 Olga dejó la “oficinita” segura del Café Universal y debutó en el Circo Price con una orquesta llamada Olga y sus cadetes. Detrás del escenario, convivían los animales y un insecto traidor le transmitió el tifus. Una vez restablecida, volvió al viejo café donde siguió obteniendo grandes éxitos y exiguo salario.
Y para no cansaros, añadiré lo que todos sabemos, después de 31 años en su local de la calle de la Palma, la especulación acabó con sus sueños de cupletista Las Noches del Cuplé En el Café Universal de Madrid, Olga conoció a mi padre, Enrique Ramírez de Gamboa, compositor, poeta, arreglista e impecable intérprete de saxo, clarinete y bandoneón. La conquistó a golpe de verso…
De la calidad de Olga Ramos como concertista da cuenta lo que el maestro Pablo Sorozabal, después de escuchar a mi madre tocar “Katiuska” con tal perfección y sentimiento que se “oía” la letra, sentenció: Olga debería dedicarse sólo al violín.
Quizás tenía razón pero se hubiera perdido una singular cupletista.
En 1968 Olga Ramos, con 50 espléndidos años y una larga carrera artística a sus espaldas, debuta en El último cuplé, un local de la madrileña calle de la Palma
El público descubre una nueva forma de interpretar el bello género que, aún habiendo sido el rey de la música ligera, desde finales del XIX hasta los años 30, había caído en el olvido para resurgir a finales de los 50 con las películas de Sarita Montiel. Pero tras algunos años de esplendor, el Cuplé vuelve a su letargo hasta que La Ramos se lo reinventa rescatan do del pasado cuplés que no habían vuelto a cantarse.
Su fama de singular cantante trasciende y Olga, gracias a sus múltiples apariciones en televisión, alcanza, en su alegre otoño, la popularidad que hubiera merecido cuando era una espléndida y joven mujer. Ir a Las Noches del Cuplé se convirtió en visita obligada para todos aquellos que querían conocer el alma de Madrid y allí estaba Doña Olga Ramos, acompañada de su eterna pianista Magda Martín, alias Fortunata (por aquello de “¡Ataca, Fortunata!”) dando lo mejor del cuplé.
Por el local pasaron a lo largo de 31 años grandes personalidades con nuestro actual Rey, cuando era Príncipe de Asturias, su abuelo Don Juan de Borbón, Severo Ochoa, Placido Domingo, Lola Flores, Carmen Sevilla, Aznar o Peces Barba… Tiempo de los reconocimientos Entre sus premios y distinciones más importantes están el ya mencionado
Premio de primera clase en violín, Medalla de Madrid al Mérito Artístico, Medalla del Trabajo, Medalla de Agustín Lara, Premio Honoris Causa de la revista Viajes y Turismo, una Calle en Badajoz, una glorieta en Madrid y una placa del Plan Memoria de Madrid en la Fachada del edificio donde estuvo el Gran Café Universal en la Puerta del Sol madrileña
Pero, sin duda, su Premio más importante ha sido quedar para siempre en la memoria de cuantos tuvieron el placer de apreciar su arte.